lunes, 28 de abril de 2014

Las Tetas de Viana (1144 msnm): montañas emblemáticas de la Alcarria

Las Tetas de Viana constituyen los cerros testigo probablemente más emblemáticos del centro peninsular. Junto con el Ocejón probablemente sean las montañas más conocidas y ascendidas de mi querida provincia. Se localizan al sur de la localidad alcarreña de Trillo, suponiendo su ascensión un entretenido y agradecido paseo de bonitas vistas. Lo único que perturba esta belleza idílica sólo es la cercana presencia de la central nuclear de Trillo.

El recorrido que seguimos es el que asciende desde la localidad de Viana de Mondéjar, donde se puede dejar el coche sin dificultad junto a la bonita iglesia románica. Una vez allí se sale del pueblo en dirección hacia los dominantes cerros pasando junto a un parquecillo. El sendero está muy bien marcado y el recorrido se describe de forma muy amena y detallada en el siguiente enlace: http://www.senderismoguadalajara.es/tetas-de-viana/

En esta entrada me centraré más, como es habitual, en los aspectos naturalistas. En el recorrido se pueden apreciar en todo su esplendor la mayor parte de los elementos definitorios del paisaje alcarreño tan minuciosamente descrito por Camilo José Cela en su "Viaje a la Alcarria". De este modo encinares, quejigares, pinos carrascos, tomillares, esplegares y aliagares se dan la mano con cultivos de secano, choperas, viñedos y olivares en una sucesión ininterrumpida de valles y páramos.

En el inicio de la ascensión se recorre ladera de pendiente moderada poblada fundamentalmente por carrascas (Quercus ilex subsp. ballota) con pinos carrascos (Pinus halepensis), enebros de la miera (Juniperus oxycedrus) y sabinas negrales (Juniperus phoenicea). La cubierta de matorral es densa, predominando la aliaga (Genista scorpius), el romero (Rosmarinus officinalis), el tomillo (Thymus communis) y el espliego (Lavandula latifolia). A lo largo de la ascensión pueden verse en laderas más umbrosas o vaguadas algunos quejigares (Quercus faginea subsp. faginea), cuyo colorido contrasta fuertemente con el predominante en el entorno, especialmente en otoño. 

Conforme nos aproximamos a la parte alta de la ladera aparecen las primeras cornicabras (Pistacia terebinthus), cuyo nombre se debe a unas agallas muy llamativas que se asemejan a cuernos. En otoño además presentan un bonito color rojizo que las hace destacar mucho entre la vegetación mediterránea perennifolia. Hay varios ejemplares creciendo en la propia cumbre que llaman mucho la atención. Justo en el pequeño cortado que marca el borde de la pequeña meseta que constituye la cumbre espera otra pequeña sorpresa, un edificio tobáceo testigo de periodos pasados de mayor humedad cuando una surgencia de aguas carbonatadas posibilitó la formación de esa roca tan especial. El ascenso final hasta la cumbre no reviste ninguna dificultad, ya que todos los pasos un poco complicados se encuentran equipados con cadenas o una escalera para la trepada final. Ahora ya sólo queda disfrutar de las vistas desde tan privilegiada atalaya.

Las Tetas de Viana desde Viana de Mondéjar. La de la izquierda es la que se puede ascender sin trepar en su parte final.

Encinar en el recorrido hacia la cumbre

Vegetación variada en la Alcarria. Llama la atención el contraste cromático que introducen los quejigares en el paisaje, especialmente en otoño.

Cornicabra (Pistacia terebinthus) en otoño

Toba calcárea en el roquedo que delimita la cumbre

Panorama desde la cumbre: paisaje alcarreño en todo su esplendor

Cumbre de una Teta con las vistosas cornicabras

lunes, 31 de marzo de 2014

Aves acuaticas en el mar de Ontígola 30.03.2014

Llevaba mucho tiempo sin escribir por estos lares (no sé si se echaría mucho en falta... =P), y no será por falta de contenidos interesantes que intentaré ir incorporando poco a poco ;-), pero he tenido mucho trabajo y tareas diversas... Pero al fin he logrado sacar algo de tiempo y quiero retomar la actividad del blog con una entrada sobre la actividad más reciente que hemos hecho, ir a avistar aves acuáticas al mar de Ontígola.

Se trata de una balsa no demasiado grande situada muy próxima a Aranjuez y por tanto con muy buen acceso desde la autovía de Andalucía A-4. Como comentamos en su momento de las lagunas de Alcázar de San Juan, es en estos parajes donde uno se da cuenta de lo "agradecidas" que son las aves acuáticas. Y es que el entorno de la laguna no es que sea precisamente idílico: polígono industrial, carreteras, vía férrea... Pero tanto en la propia laguna como en la vegetación palustre circundante se puede encontrar una variada avifauna.

En  nuestra visita pudimos ver cerceta común (Anas crecca), porrón común (Aythya ferina), pato cuchara (Anas clypeata), somormujo lavanco (Podiceps cristatus), polla de agua (Gallinula chloropus), aguilucho lagunero (Circus aeruginosus), zampullín chico (Tachybaptus ruficollis) y la estrella para nosotros, el calamón (Porphyrio porphyrio), además de los siempre presentes ánade real (Anas platyrhynchos) y focha común (Fulica atra).

También se pudo ver una pareja de críalo (Clamator glandarius), algunas currucas como la cabecinegra (Sylvia melanocephala) y hasta un buitre leonado (Gyps fulvus), además de escucharse pájaro moscón (Remiz pendulinus) y ruiseñor bastardo (Cettia cetti).

Y como nota botánica (que no se deben olvidar nunca los orígenes ;-)), destaca la abundancia en el entorno de la laguna del cambrón (Lycium europaeum), que pudimos disfrutar en plena floración.

Lycium europaeum

Somormujo lavanco

Calamón

Aguilucho lagunero

Zampullín chico

martes, 5 de marzo de 2013

Colapso Maya (II): una sociedad condicionada por el clima

     El periodo Clásico de la civilización Maya discurrió entre el 300 y el 1000 de nuestra era y se caracterizó por la cantidad de monumentos que nos legó y el impresionante archivo histórico en forma de inscripciones que dejaron en las piedras de los mismos. El colapso de esta civilización tuvo lugar entre el 800 y el 1000 de la era cristiana y viene marcado por la pérdida de esas inscripciones. Se considera que una sequía de varias décadas pudo estar detrás del colapso Maya Clásico, pero los sedimentos lacustres que se han empleado hasta la fecha como archivos paleoclimáticos presentan problemas en su conservación y en la asignación de edades a los mismos.

     En un artículo publicado recientemente en Science, Douglas J. Kennett y sus colaboradores han utilizado la información paleoclimática almacenada en una estalagmita de la Cueva de Yok Balum, en Belize, para examinar si el colapso de esta espléndida civilización pudo desencadenarse por ciertos cambios climáticos acaecidos en este periodo. Esta cueva se encuentra muy próxima a la ciudad de Uxbenká, importante centro del periodo Maya Clásico. Las estalagmitas constituyen una importante fuente de información paleoclimática por su alta resolución temporal (en este caso inferior al año) y porque se pueden datar con precisión utilizando series isotópicas de Uranio-Torio (U-Th). Para extraer la información climática se analizó la relación isotópica de oxígeno, que constituye un buen estimador de la cantidad de lluvia que cae en el exterior de la cueva. De esta forma se han registrado largas sequías de varias décadas de duración en los siguientes periodos de nuestra era: 200-300, 820-870, 1020-1100 y 1530-1580. Otros periodos secos más breves pero muy intensos se han identificado alrededor de 420, 930 y 1800 d.C.

     A partir de estos datos los autores plantean la hipótesis de que el desarrollo político, económico y social en el territorio Maya se habría visto muy condicionado por los cambios en la productividad agrícola ligados a las oscilaciones en la precipitación. Así por ejemplo el registro histórico muestra cómo las fuertes sequías entre 1535 y 1575 en Yucatán (que se han registrado perfectamente en la estalagmita estudiada) provocaron un descenso muy acusado en la producción agrícola, lo cual trajo consigo el hambre y grandes mortandades en esta región. Este periodo nos puede resultar muy útil para comprobar que el registro paleoclimático de la cueva se corresponde con episodios reflejados en la historia escrita.

     Pasamos por fin a ver qué pasó con la civilización Maya Clásica. En el caso de Tikal (Guatemala), ya fue un importante centro regional durante el periodo Preclásico (1000 a.C.-300 d.C), pero alcanzó una posición preeminente durante los siglos III-IV d.C., caracterizados por una notable inestabilidad climática y social. Tikal y otras importantes ciudades se situaron próximas a humedales estacionales donde se practicaba una agricultura intensiva. El aumento en la precipitación que tuvo lugar al inicio del periodo Clásico favoreció los sistemas agrícolas y de suministro de agua de estas ciudades, posibilitando el florecimiento de muchas dinastías Mayas entre 400 y 550 d.C. Para explicar el colapso de esta civilización también se puede recurrir al clima. De hecho, a partir del registro de Yok Balum se infiere una acusada y prolongada sequía entre 820 y 870 d.C. que coincide con el periodo Clásico Terminal. En realidad desde el 640 de nuestra era se registra una tendencia hacia una creciente aridez que culminó en 1020 con una sequía de un siglo de duración. Esta sequía parece que pudo favorecer una degradación ambiental como consecuencia del fuerte aumento poblacional en el periodo húmedo de los siglos V-VI d.C. La sequía habría promovido un descenso en la producción agrícola, un aumento en las guerras entre ciudades y luchas políticas que habrían resultado ser finalmente insostenibles. La fragmentación política comenzó entre 760 y 800 d.C. en la región de Petexbatun, durante un intervalo seco, con una altísima densidad de población y con la máxima extensión espacial de ciudades con monumentos. En torno al 800 d.C. comenzaron a enrarecerse en gran medida las inscripciones en los monumentos, lo cual demuestra la pérdida de poder político en las ciudades, al mismo tiempo que proliferaban las guerras. No se sabe a ciencia cierta qué pasó con los pobladores de esta zona, pero los centros importantes se fueron desplazando hacia el norte de la península de Yucatán, terminando esta civilización con Chichén Itzá alrededor de 1000-1100 d.C., durante el periodo más seco y prolongado de los últimos dos mil años.

En esta figura tomada de Kennett et al. (2012) Science se puede apreciar un resumen de los principales hallazgos científicos que se han hecho a partir de la estalagmita YOK-I de Belize. Arrriba del todo se puede ver cómo fue evolucionando el número de guerras entre ciudades Mayas, percibiéndose cómo los dos máximos en torno a 800 y 900 d.C. coinciden con sendos periodos de sequía más acusada. Podéis observar cómo los principales episodios de colapso (en amarillo), coinciden con periodos de sequía intensa. La tendencia hacia una aridez creciente desde aprox. 650 C.E. sucede un periodo muy húmedo en el cual la población habría aumentado mucho, lo cual hizo que se comenzase una competencia fuerte por los recursos que se refleja en un incremento en el número de guerras. Sin embargo, las ciudades siguieron siendo poderosas, como se desprende del elevado número de monumentos. Las sequías en torno a 800 C.E. y posteriores condujeron a un nuevo repunte en las guerras y esta vez sí, un declive de la civilización Maya, que finalmente recibió la puntilla con la fuerte sequía entre 1000 y 1100 C.E. (desaparición de Chichén Itzá).